viernes, diciembre 07, 2007

—METAMORFÓSIS— Cap. 14

Capítulo 14
"METAMORFOSIS"

Las sombras largas de la tarde dan paso a la incipiente oscuridad que es traspasada por las débiles luces del alumbrado público del barrio. Los pasos de la muchacha se dirigen, rápidos y decididos. Su caminar, un tanto inseguro, delatan la poca costumbre de llevar tacos. La falda prudentemente corta, hacen lucir sus medias oscuras. Su cabello largo castaño, bien peinado, hace lucir más agraciado su rostro delicadamente maquillado. Al llegar a su destino, duda un instante en llamar a la puerta. Luego toca decidida... Al cabo de un instante se abre la puerta...
—¿ Qué.....?
Tito siente que la respiración se le detiene por la sorpresa. De forma instintiva trata de cerrar la puerta. Sin embargo la muchacha se lo impide con el pie.
— ¡Oye! ¿Qué te pasa?... ¿De esa forma tratas a las damas? –dice la joven sonriendo.
—¿Licha..? –pregunta frunciendo el ceño, incrédulo, tratando de reconocer a la temida muchacha.
Ahora está seguro... ¡Es Licha!... Pero, ¿con falda?... ¿Y maquillada?... ¿Y en su casa? La sorpresa apenas lo deja gesticular...
—¿Qué..qué...¡ Qué onda! ¿Eres tú?...
—Sí, soy yo, loco. ¿Cuál es el drama? –dice la joven poniendo una de sus manos en el dintel de la puerta y la otra en su cintura–. ¿Qué viste un marciano que baboseas tanto?
—No, no. Es que yo creí que tu... es decir que yo no... ¿Qué onda comadre?... ¿qué quieres?..
—No te emociones tanto, loquillo. No es a ti a quien deseo ver.
—¿Entonces?...
—Quiero que llames a Cristian....
—A... ¿a Cristian? –pregunta Tito, nuevamente frunciendo el ceño, sin comprender.
—¿Estás sordo, loquillo?... Sí, a Cristian. Dile que deseo hablar con él.
—Es que Cristian no vive aquí... Es decir, no aquí en mi casa. Vive en la pieza del Patio –responde el confundido muchacho. Se pregunta qué tendrá que hablar Licha con Cristian. De pronto le asaltan malos presentimientos...
—Sí, ya sé. Él me lo dijo. Pero por eso, llámalo y dile si puede venir un poco ¿Okey? –la muchacha parece impacientarse con los devaneos de Tito.
—¿Él te lo dijo?... –repite el muchacho, llevándose una mano a la frente, sin poder dar crédito a lo que acaba de escuchar...
—¿Lo vas a llamar, o me vas a tener aquí parada como estúpida, toda la noche?...
—Oye, tranquila, comadre. Tranquila –responde, tratando de reponerse–. Mira, Él y su tío tienen la entrada por el portón metálico de allá –dice señalando.
—Podías haberlo dicho antes. Así nos ahorrábamos la baba, loquillo –responde la muchacha, un tanto molesta.
—¿Y para qué lo necesitas...?
—Eso es un asunto que a ti no te interesa, gil.
Sin agregar más, da la vuelta y se dirige al portón metálico, Dejando a Tito con una mezcla extraña de sorpresa, temor y una enorme curiosidad. Rápidamente se dirige a su ventana que da al patio, llamando desesperadamente a Cristian.
—¡Cristian!.... ¡Compadre!...¿Está ahí?....
—¿Qué pasa Tito? –responde Cristian asomándose por la puerta del cuarto, en el mismo instante en que se sienten los golpes de Licha en el portón metálico–. Estoy estudiando...
—¡No vaya a abrir, compadre! No me va a creer, pero la Licha, la de los “Malditos” lo viene a buscar. Es ella la que está golpeando ahora –dice, tratando de bajar la voz para que la muchacha no lo escuche.
—¿Quée?...
—Lo que oye, compadre... La Licha. Y dice que tú le dijiste que viniera...¿Qué onda compadre?
—¿Que yo le dije que viniera? –repite Cristian tratando de ordenar sus pensamientos.
—Sí así dijo ella.. La verdad es que yo no entiendo nada, compadrito.
Nuevamente se sienten los golpes en el portón, lo que produce que ambos jóvenes guarden silencio, mirándose uno a otro, confundidos... Al cabo de unos segundos de indecisión, Cristian se dirige a abrir...
—¡Compadre no vaya! –dice urgido, Tito–. Capaz que me lo manden a la posta, compadre...
Cristian lo mira, sin responder, y se dirige con determinación hacia la entrada. Al abrir, se encuentra con el rostro sonriente de Licha. Le sorprende verla vestida en forma tan femenina. Definitivamente se ve más bonita, sin sus eternos jeans azules y su chaqueta de cuero. Hasta se ve mas mujer.
—Hola, Cristian –dice con voz suave, tratando de parecer interesante.
—Hola, Licha. Qué sorpresa. No esperaba...
—¿Qué viniera?... Bueno, ya ves... Aquí estoy –interrumpe sonriente, mientras se arregla el cabello.
Tito se asoma por la ventana que da a la calle, tratando de observar toda la escena con sus ojos sorprendidos y desmesuradamente abiertos. Al mismo tiempo trata de ocultarse para no ser visto por la muchacha. Su hermana, Marcia, se acerca por detrás tocando su hombro, lo que provoca un sobresalto en su hermano.
—Tito..
—Ay, tonta, que me asustaste...
—¿Qué son todas esas carreritas de acá para allá? ¿Qué estás viendo?...
—No lo vas a creer... ni yo mismo lo creo...¡El Cristian está conversando con la Licha, de los “Malditos”, y conversan de lo mas tranquilos... Yo casi me meo en los pantalones cuando vino a buscarlo aquí...
—¿Licha? ¿ No es esa niña que mandó al hospital a esos amigos tuyos la otra vez?...
—La misma, comadre. La misma. ¡Y lo más loco, es que se puso vestido! ¿Te lo puedes imaginar?
—A ver..?
Marcia se asoma por la ventana para otear mejor. Mientras tanto Cristian ha salido fuera de la casa y se apoya con un pié en la pared, mientras Licha se reclina, semisentada, en el borde de la cerca del antejardín.
—Qué pena... –dice la muchacha, en respuesta al haberse enterado de la situación de Cristian–. ¿Y echas mucho de menos a tus padres?
—Bueno, en realidad extraño más a mi abuelo. Eramos muy amigos. Mis papás murieron cuando yo era más chico, y ya me había resignado. Pero a mi abuelo... Lo perdí hace poco. Antes de venir a esta ciudad.
—Creo que te entiendo. Yo era " yunta" con mi hermano Pepe. Todavía no me conformo que los “gatos pardos” lo hayan matado.
Tito y Marcia, que han escuchado el comentario de la muchacha se miran entre sí...
—¿Los “gatos pardos”?. ¿No son esos amigos tuyos? –pregunta Marcia, quedo y preocupada–... ¿Es cierto lo que dice la chica?...
—¿Estás loca?... Los cabros’ del grupo no tienen nada que ver con eso. A ese compadre se lo “echaron” los narcos.
—¿Y tú, cómo la sabes?...
—Porque lo sé. Eso es suficiente...
—¿Cómo que es suficiente?... No puedes decir que es suficiente y quedarte ahí muy tranquilo...
—Shisst... No dejas escuchar... –dice Tito, desviando la atención.
Tito, no quiere voltear a mirar a su hermana, que no quita la vista de él, como si quisiera descubrir en los ojos de su hermano, la respuesta a sus dudas. Marcia siente la risa de Licha, que la hace distraer sus pensamientos, y acercarse a la ventana.
—Ja, ja, ja. ¿Es verdad que tenías miedo?...
—Claro. Casi me desmayé cuando te apareciste así tan de repente... Por un momento creí que me ibas a dar un golpe de karate o algo así, ja, ja, ja.
—Ja, ja , ja. ¡Qué tierno!, Pobrecito...
—¿Por tener miedo?
—No, tonto, ja, ja, ja. Por ser así, tan... tan lindo... Te sonrojaste... –dice la muchacha, acariciándole la barbilla.
Cristian siente nuevamente sus orejas ardientes, para su pesar. Tito mira incrédulo a su hermana. No acierta a comprender qué está pasando...
—¿Ves lo que yo estoy viendo, Marcia?.... –dice Tito abriendo desmesuradamente sus ojos–. Todavía no puedo creer lo que... ay, Dios. ¡Qué onda!... ¡La loca más peligrosa del mundo... ablando que “es tierno”, “qué lindo”...
—Yo sé lo que estoy viendo, tonto.... Una mujer enamorada...
—¿Enamorada?...¿ Del “monje” Cristian?...¡Estás loca!...–responde Tito frunciendo el ceño, y llevándose ambas manos a la cabeza.
—Que eres tonto, Tito. ¿Por qué otra cosa, una muchacha que nunca se ha preocupado por lo que piensen los demás, se viste de dama, se pone tacos, pantis, y habla de “ternura”, y se arriesga a venir, de noche, donde sabe que la pueden agredir tus “amigotes”?... Esa niña está enamorada... Y me alegro por ella, pobre chica... me da pena...
—¿Pena? ¿Por la “Rambo”, con pechugas?... ¿Estás loca?...
—¿No me contaste tú mismo, que no tiene papás, y que su único hermano es un delincuente?...
—Si pero, ella es más peligrosa que mono con navaja. Yo no me le acercaría ni en broma, comadre... Pobre “monje”Cristian...
—¿Y qué querías si no le dejaron otra alternativa, que ser así para protegerse?... Y no compadezcas a Cristian. Parece que él tiene la situación bastante controlada... Mira....
Marcia llama la atención de su hermano para que vea por la ventana. Licha se ha acercado bastante al joven, y le habla en voz baja, lo que obliga a los hermanos a esforzarse por tratar de escuchar...
—¿Tú nunca has pololeado?...Quiero decir, ¿nunca has... estado con una niña? ... –pregunta Licha, mientras arregla el botón de la camisa de Cristian.
—¿Yo? No, nunca...es decir, no me... no me gusta pololear... –responde balbuceando.
—¿No te gusta?...¿Y por qué?...
—Porque... porque... Bueno, por que es cruel –responde Cristian, recordando las palabras de doña Soledad.
—¿Cruel? ¿Cruel, dices?... ¿Y por quée? ¿Qué onda?...
Marcia y Tito contienen la respiración, observando la extraña escena del joven tratando de rehuir a Licha, y a la muchacha acercándose más y más a Cristian, arrinconándolo contra la pared.
—¿Cuántos años tiene la niña, Tito? –pregunta susurrando Marcia, procurando no ser escuchada por los jóvenes.
—¿La Rambo?... Dicen que diecinueve...–susurra también Tito.
—¿Y Cristian?...
—Diecisiete... ¿Por qué?
—Pues por que estamos a punto de presenciar la violación de un menor de edad...ji, ji, ji –ríe susurrando.
—No te rías, comadre. Conociendo al “monje”, debe estar sufriendo de verdad. Pobre Cristian, hasta aquí no más le dura el “virginado”.
—Shisttt...
Marcia hace callar a su hermano, para poder seguir escuchando:
—¿A ver, Cristian? Explícamelo de nuevo, no lo entendí bien... ¿Por qué es cruel?
—Mira, Licha. Cuando uno se pone a pololear con alguien, se va enamorando más de esa persona...
—¿Y?... ¿Eso es malo?...
—No, no es que sea malo en sí. Lo que pasa es que uno sufre por estar enamorado, sin tener ningún compromiso serio. Y como no puede casarse aún, es muy doloroso. Ahora, si esa otra persona, deja de interesarse en uno, ya que no hay ningún compromiso, puede sufrir más aún. Incluso puede que una persona hasta se quite la vida por eso... ¿Entiendes?
—“Sí”...
—¿”Sí”?... –Le extraña que Licha concuerde.
—Sí. Si lo entiendo, loquito. ¿Recuerdas que te comenté que desde esa roca en la que estábamos conversando, se había tirado al mar, una comadre?...
—Sí. Lo recuerdo...
—Ahí pasó lo que tú dices. La comadre se “bajoneó”, porque su “mino” la dejó, y se tiró al mar. Mala onda...
—Qué pena... y ¿era joven?... –pregunta Cristian.
—Quince años...
—¿Quince...? ¡Que tragedia!...-dice sinceramente el joven.
—Los viejos casi se volvieron locos. ¿No vis' que yo la conocía?. Pa’ más, ellos mismos le habían dado permiso para salir con el “mino”...
—A mí me llama la atención ver a niños tan “periquitos”, andar de la mano, y besándose en la calle. Allá donde yo vivía, eso no se ve. Si un joven se quiere casar, se pone de novio, y listo. Sin drama. –dice Cristian tratando de emular la manera de hablar de Licha.
—Pero tú... ¿nunca habías besado a alguna comadre? –pregunta Licha, casi susurrando.
—No... Nunca... Bueno, solo esa vez que tú...
—¿Nunca? ¿Nunca has..."estado" con una mujer?... ¿Nunca has pololeado?... ¿Nunca te habían besado?... –pregunta sorprendida, y complacida, a juzgar por su sonrisa–. Osea que... yo...
—Cristian baja su vista, por toda respuesta, sonrojado.
—Ay... Otra vez te pusiste colorado... Qué lindo, –dice, acariciando la barbilla del joven.
—La muchacha trata de besar a Cristian, y éste se retrae, esquivando sus labios.
—¿Qué te pasa? –exclama sorprendida–. ¿Acaso no te gusto?
—No es eso. Tú eres muy bonita –responde nervioso.
—¿ Y entonces?...
—Ya te lo dije... No quiero pololear todavía. Antes quiero estar seguro de mis sentimientos. Además, todavía estoy estudiando, y me falta mucho para pensar en buscar novia.
—¿Y para qué?... No pensarás casarte conmigo ¿verdad? ¿Porqué eres tan complicado, loquillo? –dice la muchacha, impaciente–. ¿Cómo no te conformas con pasarla bien, y listo? Yo puedo enseñarte a conocer el amor...
—La muchacha vuelve a intentar besar al joven. Este la retira de sí, lo que provoca a la muchacha, que lo toma por la solapa. Cristian, por dignidad, trata de permanecer lo más sereno que le es posible, mirándola fijamente a los ojos...
—Mira, pendejo... –la muchacha habla lento, pero como mordiendo las palabras, molesta–. Muchos, muchos "minos" del barrio, matarían por estar una sola noche conmigo... ¿Cachay? ¿Quién te crees tú para rechazarme? Pa' que te vayas enterando, a mí nadie, nadie ¿me oíste bien?....nadie me ha rechazado nunca...
La mirada de la muchacha se clava en los ojos de Cristian, quién, extrañamente para él mismo, logra mantener la calma, sin perturbarse. En la ventana, Marcia ve con preocupación cómo se vuelcan los acontecimientos en contra de Cristian, e increpa a su hermano...
—¡Oye Tito!, ¿ No ves lo que está sucediendo?...
—Tranquila, loca... Si no soy ciego... Está a punto de venir la ambulancia a recoger a otro paciente para la posta... Eso es lo que está pasando, comadre...
—¿Y no piensas ir a defenderlo? ¿ Acaso no es tu amigo?....
—¿Estás enferma, comadre? –exclama escandalizado, el joven–. ¿Que no sabes lo que esa "minita indefensa" les hizo al "Jhony" y al " Cabezón"? ¡Y a los dos juntos!... Y eso que esos locos son los más bravos del grupo. Ahora les nombran a la mina, y se mean en los pantalones, comadre... ¿Y tú quieres que yo, flaquito y desnutrido, me la vaya a enfrentar solo? ¡Oye!, si estoy muy joven para morir, comadre...¡Ni que estuviera loco!... No, nó y nó... Anda vo' a defenderlo, si eres tan valiente, pu' loca –enfatiza el muchacho.
—¡Cobarde!... –dice Marcia, mirando disgustada a su hermano–. Todos los hombres son unos gallinas cuando se les necesita...
—¿ Don Alfredo también? –pregunta Tito, con una sonriente e irónica mirada.
—"Estúpido" –responde la joven, dando un pellizco en el brazo a su hermano.
—¡Aay!... Ya se picó la loca. No le gusta que le di... ¡Mira!... –dice Tito, llamando la atención de su hermana a lo que Cristian y Licha están conversando...
La muchacha presiona su cuerpo sobre Cristian que está arrinconado contra la pared, mientras aún lo sostiene por la solapa...
—¿Y qué dirías si aquí mismo te dejo la "jeta" como membrillo corcho, para que nunca puedas "babosear" a nadie más? ¿Ah? –pregunta Licha al joven, que ha logrado mantenerse extrañamente tranquilo.
—Yo sé que no lo harías –responde tranquilamente el joven.
—¿Ah, no?...¿Y se puede saber por qué no? –pregunta desafiante.
—Por que eres una dama –responde tranquilamente el joven–. Y yo sé que en el fondo, tienes un corazón muy sensible. Lo noté cuando te emocionó el que te regalara mi reloj. Eso me gustó mucho de ti. Sé que no me defraudarás...
La muchacha se le queda mirando, sorprendida. No esperaba una respuesta así. Nunca le habían hablado de ese modo. Por un instante le observa indecisa. Luego da media vuelta, y en forma intempestiva, se aleja corriendo. En la ventana, Tito y Marcia se miran sorprendidos por el desenlace de los acontecimientos. Cristian se queda observando a la muchacha que se aleja. Recuerda cuánto le gustaba enfatizar a su abuelo, que a las mujeres se les debe tratar con ternura y consideración. No importa el origen o educación que tuvieran. "Son mujeres –decía–, y eso basta para hacerlas dignas de respeto y consideración.". No puede dejar de pensar que el aplicar ese criterio, le ha librado de ir a dar al hospital, con la boca "como membrillo corcho", y con más de algún hueso roto.
Tito, pasada la sorpresa inicial, sale corriendo de su casa para ver a su amigo...
—Compadre... ¿Qué pasó? Me tenía re' preocupado... –dice agitado, mientras su hermana observa desde la ventana, la cual ha abierto completamente.
—¡Después de la batalla todos nos ponemos valientes! –dice irónicamente a su hermano.
—¡Cállate, "cuica"!. Tú tampoco hiciste nada, comadre –responde Tito–. ¿Qué le dijo, compadre que se fue corriendo? –pregunta dirigiéndose a Cristian.
—Que no creía que ella me haría daño. Que era una dama –responde–. ¿Estabas escuchando...?
—Claro, pu' compadre. No creerá que lo iba a dejar sólo con la "Rambo". Ya estaba a punto de meterme a defenderlo, cuando ella se fue –dice en voz baja, tratando de que su hermana no lo escuche.
—Tito, ven a secar el orín del piso, que mojaste. Ja, ja, ja ¡Mentiroso! –Le reprocha desde la ventana, Marcia quien ha escuchado el comentario de Tito.
—¡Cállate, "cuica"! No le haga caso compadre –responde Tito, dirigiéndose ahora a Cristian, mientras su hermana cierra la ventana–. Está picada por que la molesto con don Alfredo. Oiga socio, tiene hartas' cosas que contarme ¿ah?. ¿Qué onda, con la "Rambo", compadre?
Cristian relata a su amigo, los últimos acontecimientos que produjeron la visita de la muchacha a su casa. El muchacho se toma la cabeza a dos manos a medida que Cristian describe los sucesos.
—Oiga, compadre... Usted se las traía calladito no más ¿ah? –dice riendo el jovenzuelo–. ¿Quién se iba a imaginar que la "Rambo con pechuga" iba a quedar babosa por alguien, y por usted más encima, Ja, ja, ja.
Cristian mira interrogativamente a su amigo, extrañado.
—Oiga, oiga... No me interprete mal pu' compadre –se apresura a aclarar el muchacho, mostrando las palmas de sus manos–. Lo que quiero decir es que como usted es tranquilito, quitado de bulla...
—Está bien, Tito. Entiendo, no te preocupes. De todos modos no tengo intenciones de pololear todavía.
—Oiga, compadre. No esté tan seguro. Mire que cuando a la "Rambo" se le pone algo en la cabeza... No creo que lo vaya a dejar tan tranquilo así no más. ¿Sabe, socio? –dice Tito, poniendo su brazo alrededor de Cristian–. Después de todo le conviene estar de enamorado con la "Rambo". ¿Dónde va a encontrar otra guardaespaldas mejor, compadre?. Cuando se corra el cuento, todos le van a agarrar miedo. Capaz que... hasta lo consideren el "Padrino" del barrio, Ja, ja, ja, ja.
—No te atreverás a...
—Tranquilo, compadre —responde guiñando un ojo–. De esto no se entera nadie... al menos nadie fuera de Sudamérica, Ja, ja, ja, ja...


FIN DEL CAPÍTULO 14