lunes, abril 24, 2006

"LA PENSIÓN DE DOÑA MARIA" Capítulo 3

Contra la corriente –Novela...

Capítulo 3
" LA PENSIÓN DE DOÑA MARÍA"

Después de regresar del centro, refrescarse y lavarse las manos en su cuarto, tío y sobrino se dirigen a almorzar a la pensión de Alfredo.
Caminan dando vuelta a la esquina en un estrecho pasaje obstaculizado por varios vehículos estacionados. Alfredo golpea suavemente la reja metálica. La casa bien construida, destaca de las demás, con un ventanal grande, al parecer del dormitorio principal. Pintada de color rosado fuerte, ventanas y rejas azules. Su antejardín cubierto con cerámico rojo bermellón y ribetes negros, dan a entender el extraño gusto de sus dueños. Una “casa” para perros, color azul, se encaja en un rincón detrás de un arbusto.
—¡Aaaaló! ¡señora María! –Alfredo llama con insistencia a la puerta, mientras la enorme perra de la casa ladra furiosamente–. Yo no sé por qué no ponen timbre. Voy a tener que hacerme el amable e instalarlo yo... ¡señora Mariaaa!
Cristian trata de ocultarse detrás de Alfredo mientras no le quita la vista al enorme animal quien ladra como si quisiera comérselo.
—Ya, ya voy... Ah, es usted, don " Alfred". Espere un poco, voy a amarrar a la "Negra" primero, mire que a usted lo conoce pero a su amiguito lo puede morder, ¿Sabe?. ¡Ya!, cállate perra antipática, ¿no ves que es don "Alfred"?
La mujer, de baja estatura, de unos 55 años, viste pantalones ajustados azules de lanilla, los que resaltan su figura regordeta. Sandalias de goma dejan ver las uñas de sus pies pintadas de rojo chillón al igual que las de sus manos. Sus ojos pintados profusamente hacen resaltar sus pestañas postizas sobrecargadas de rimel. Una blusa estampada de seda, peinado "Afro" rubio teñido, pañuelo amarrado a lo "Rambo" y dos grandes aretes de medialuna completan su estrafalaria indumentaria. Con dificultad logra controlar al animal amarrándolo a la reja. Luego procede a abrir la puerta invitándoles a entrar con un gesto cinematográfico.
—Pasen, por favor amorcitos.
Cristian se queda boquiabierto sin poder disimular su asombro. El aspecto caricaturesco de la mujer, casi no le permite evitar la risa, mientras da una mirada a Alfredo. Éste, dándose cuenta de la sorpresa del muchacho, le guiña un ojo haciéndose cómplice de la risa contenida de su sobrino.
—Pasen, pasen, no sean tímidos... si la que muerde es la "Negra", no yo, ja, ja, ja... ¡Coortalaaa, "Negra"!
Mientras la perra no deja de ladrar, la mujer les hace pasar al comedor ya preparado con los cubiertos sobre la mesa. Alfredo y Cristian se acomodan en sus respectivas sillas.
—Así es que éste es su tan mentado sobrino, ¿Williams?
—Cristian, se llama Cristian, doña María –insiste Alfredo con tono divertido.
—Ay, Ja, ja... Usted perdone, jovencito, ja, ja, ja. Es que soy tan mala con los nombres, ¿Sabe?. De todos modos... su tío nos ha hablado mucho de usted... ¿Puedo llamarle Cristian?
—Claro, señora, no hay problema –asiente Cristian.
—Uy, que simpático... Ah, don "Alfred", la "Nila" le dejó un recado.
Dirigiéndose a Alfredo pone su mano en el brazo de él, de modo maternal.
—Dejó dicho que la disculpara, porque tuvo que viajar a Tocopilla. Su Papá la mandó a buscar para que le ayude.
Luego se dirige a Cristian a modo de explicación.
—Es que yo soy separada ¿Sabe?. El papá de "Nila" vive en Tocopilla. Y como es la única hija mujer... busca cualquier pretexto para que lo vaya a ver. Es su regalona. A mi no me molesta ¿Sabe?. Después de todo él siempre nos ayuda con algo de platita. Yo tengo que rebuscármelas para mantenernos ¿Sabe?. Por eso tengo pensión. Don "Alfred" es mi cliente regalón, por que es novio de "Nila", ¿verdad don "Alfred"?
—Polola, doña María, somos pololos.
—Bueno, es lo mismo... Ay usted que es –le da un pequeño empujón–, si nadie le está echando el lazo, ¿sabe?, ja, ja, ja.
—¿No dijo cuándo regresaría? –pregunta riendo, Alfredo.
—Bueno, ella dijo que el Lunes. Pero usted sabe que a veces el papá la deja por mas tiempo, no sé...
—Qué lástima. Yo tengo que subir el lunes a la Mina, y ya no regreso en una semana más.
—Bueno, después se ponen al día, pues don "Alfred", ja, ja, ja –la mujer guiña un ojo a Alfredo, mientras le toca el codo–. ¿Su sobrino vendrá a almorzar solamente, como usted don "Alfred", o desea que le demos onces y desayuno?
—Sí. Él tomará desayuno, almuerzo y onces. Después arreglamos el precio, ¿le parece?
—Oh, está bien, don "Alfred".
—Perdona, tío, eh... digo, Alfredo. Si no te molesta prefiero desayunar en la pieza para no llegar atrasado a la escuela –le pide Cristian, con mirada suplicante.
—Bueno si lo prefieres así... De todos modos cuando desees desayunar aquí, puedes venir cuando quieras, ¿verdad señora María?.
—Por supuesto, no faltaba más. Bueno ahora basta de bla, bla, y vamos a almorzar, miren que les tengo una sorpresa.
La mujer se ausenta por unos minutos y regresa con una fuente tapada y unos platos que pone frente a Alfredo y Cristian. Con mirada expectante y ávida por ver la reacción de los dos, destapa la fuente...
—¡Chuletas de cerdo con puré! Tatáan. ¿Qué les parece? –aclama risueña.
—¡Vaya, sí que es sorpresa!. Yo esperaba chupín de pescado –dice Alfredo, mientras da una mirada con picardía a Cristian, quién exhala un contenido suspiro de alivio.
—¡Cómo se le ocurre don "Alfred"!, Hay que darle una bienvenida como se merece a este jovencito, ¿sabe?. Ya pues, sírvanse que el puré se enfría rápido. “Bon apetit.”
Los dos disfrutan del inesperado almuerzo mientras doña María parece disfrutar observándoles comer con tanto gusto.
Después del almuerzo, y luego de esquivar los zarpazos de la "Negra", ambos se retiran a la pieza.

Alfredo está tendido boca arriba sobre la cama, mientras Cristian, sentado en el sofá, sostiene su cabeza hacia atrás sobándose el hinchado estómago.
—¡Qué panzada, "Alfred"!. Casi no puedo abotonarme el pantalón... aah.
—¿"Alfred"?. Para ti soy "Alfredo", payaso –le arroja un almohadón–. Y por esta vez te escapaste del pescado. Pero no creas que doña María siempre cocina así. Sus almuerzos son mas bien con gusto a poco. Debe haberle enviado plata don Lucho.
—¿Don Lucho?.
—Su marido, es decir su ex-marido. Aunque solo están separados. Él vive con otra "comadre" en Tocopilla.
—¿Y por qué manda a buscar a tu polola? –le devuelve el almohadonazo.
—Según él, para que le ayude en el negocio. Tiene un pequeño restauran de comida china. Pero la verdad de la milanesa, es que lo hace para regalonear un poco con Nélida. La quiere mucho, por ser la única mujer. Tiene un hijo de tres años con la conviviente, pero es varón. Y además del Leo, no tiene más hijos.
—¿El Leo?
—Si, Leonardo, el hermano de Nélida. El Señor Miranda del que te hablé, el profesor del Liceo.
—Ahh.
—Buen tipo don Lucho. Yo lo conocí el mes pasado, cuando vino a arreglar unos asuntos de cheques protestados. La Nélida me lo presentó. Fuimos a comer juntos. Yo invité... Me salió más salado, pero cuando vaya a Tocopilla me desquito en su Restauran y le como hasta los platos...ja, ja, ja.
—Aayy, me duele la guatita... "Alfred", ¿Cuándo dijiste que subías a la mina "Almíbar"?
—Ja, ja, ja... "Zaldivar", tonto, "Zaldivar"... El Lunes. Tengo que estar a las 6 de la mañana cerca del paradero de la otra cuadra para alcanzar el bus que nos lleva a la mina. Flaco... si no te importa me voy a pegar una siestecita reparadora para asimilar las chuletas de cerdo.
—Yo también voy a dormir un poco. Buenas tardes... "Alfred" –nuevo almohadonazo–.Ja, ja, ja.

Los dos días siguientes, Alfredo y Cristian, se dedicaron a recorrer la ciudad.: La zona céntrica comercial donde Cristian se "pegó" a cada vitrina. El cine, donde se durmió y despertó al final de la película. El Balneario, donde se negó rotundamente a adentrarse en el mar más allá de la extrema orilla a pesar de las bromas de Alfredo. La azotea del Edificio más alto de la ciudad, donde Cristian se mareó de vértigo. El museo histórico, donde tocaba todo con la mano. Las Ruinas de Huanchaca, donde se resbaló y quedó todo rasmillado... Y por supuesto, La Portada... Portada natural labrada por el mar a orillas de los desfiladeros de arena, que enmarcada en un precioso crepúsculo anaranjado, parecía un cuadro impresionista de esos que Manet pintaba de la naturaleza, salpicado de pintitas negras voladoras, gaviotas juguetonas cual niños bulliciosos que se niegan a recogerse al descanso.
En ese entorno casi irreal, los pensamientos de Cristian vuelan tras las gaviotas cercanas, que recogen sueños en sus picos, dejándolos caer cual plumas llevadas por el viento, que suben, se arremolinan frenéticamente... para luego caer girando lentamente, flotando en un descenso gracioso, hasta posarse nuevamente en su mente de adolescente soñador, dueño del mundo y sin embargo carente de todo, menos de recuerdos tristes que se acumulan en su pecho confundido y aturdido. Nuevamente saturado de preguntas y emociones encontradas. Nuevamente con ese nudo apretando su garganta...
El rostro del Tata, “Don Bena” con la bombilla del mate en su boca, se recorta en el sol rojo que agoniza en el mar salpicado de colores amarillos, rojos y anaranjados, con su sonrisa serena, segura, complaciente...
—"Tómate el mate, Chatito. El mate hay que tomarlo caliente pa' que te haga llorar ahora y reír después. Mira que llorar es bueno pal' espíritu. Así se vacían las amarguras y las penas... y quedai' livianito pa' seguir viviendo..."
El graznido de gaviotas inquietas añaden un fondo dramático a las palabras del Abuelo en su mente...
—"La gente nunca para de llorar, ¿sabias?. Solo dejan de brotar lágrimas. Son como gaviotas que nunca paran de graznar y de zambullirse en el mar... llanto contenido que si pudiera salir, capaz que llenase el mismísimo mar..."
El Abuelo se quedaba viendo el infinito, con su mirada perdida en la distancia.
—"La gente tiene tanto por qué llorar –decía..."
Tal vez recordaba sus propios motivos por los que llorar. Quizás por la "Mami", quizás por su "Pai"... quizás por la vida mezquina que le quitó sus risas y sus momentos gratos, y la posibilidad de ver hacerse hombre a su "Chato" querido...
—"Es que nadie vive solo de recuerdos –decía con voz quebrada por la nostalgia–. Hay que tener también motivos pa' querer seguir viviendo, sino estamos fritos, Chato, estamos fritos..."
¿Sería cierto lo que decían las viejas en " Chalinga", que su tata se dejó morir?... ¡No, no ,no!... eso es impensable. El tata amaba la vida... la misma vida era su motivo para vivir...

—¿Te acuerdas, Flaco, que a mi taita le gustaba hablar del mar?...–La voz de Alfredo le saca de sus cavilaciones–. Él decía que había sido pescador en Taltal... Ja, yo nunca le creí... pero ahora que lo pienso... uno que nunca ha vivido del mar o cerca del él, no puede hablar con tanto amor acerca del mar como lo hacia mi viejo...
Alfredo, arrimado en la baranda de fierro oxidado del mirador, suspira en cada frase, como masticando los recuerdos uno a uno, mientras se queda mirando la agonía del sol, con la vista perdida, tal y como lo hacía su padre.
—Estaba pensando en eso justamente, Alfredo. ¿Tu crees que el Tata haya querido morir y se haya abandonado al frío?
—¿El viejo?... No, ni por un instante. Lo que pasa es que estaba empecinado en encontrar la mina de oro que el Benancio le dijo había hallado y luego perdido. No por la plata, tu sabes que a mi taita nunca lo mareó el dinero. Mas bien quería convencerse que el Benancio no había difariado, como decía mi vieja, ni que andaba fanfarroneando como decían en el pueblo. Pero el que la embarró, fue el mismo Bena, por meterle en la cabeza que en uno de esos días encontraría de nuevo la veta y que estaba tan cerca, por que lo había soñado y que en sueños había visto la picota que se le perdió justo encima de la veta.
—Pero, ¿cómo sabes todo eso?.
—Tu abuelo me lo contaba cada vez que iba a verlo. El viejo decía que ese sueño había matado al Benancio. Tenía miedo que tu lo supieras y te empecinaras también y fueras a buscar la picota roma, como le decía el Benancio. Decía que si él la encontraba primero y no había ninguna veta de oro, nadie más se iba a aventurar en el desierto a buscarla.
—Pero si yo era muy chico como para querer irme de pirquinero.
—Bueno, así pensaba él. Parece que tú le hacías muchas preguntas.
—Sí, pero yo quería saber cómo había muerto mi papá. Y por qué había muerto sólo, en el desierto. No por que quisiera ir a buscar la mina.
—El caso es que ese día que se fue, nunca pensaba quedarse más de tres días. Al menos así le dijo a la señora Melania. Lo que pasó, fue que al viejito lo pilló una camanchaca y se quedó dormido, por eso se..... bueno, por eso lo trajeron congelado de frío.
—Me acuerdo de lo angustiado que estuve esa semana que no volvió. Yo me quedé en casa del Atilio.
—¿Atilio?
—El Atilio, pues, el hijo de don Miguel, mi padrino.
—Ah, ya.
—Alfredo, ¿Quién quedó en la casa de “Chalinga“?
—Precisamente Don Miguel, tu padrino. Un día te contaré un secreto acerca de él.
—¿Qué es? Vamos, dímelo...
—No, Cristian, ahora no, no insistas. Prometo que te lo diré después.
—¿Y cuándo es ese “ después”?
—Después. Mira, si pasas de curso, te lo digo.
—Chitas, ahora tendré que esforzarme en los estudios para saberlo. ¿No será que me estás inventando para que yo estudie?
—Ojalá fuera un invento, Cristian. No, no lo es.
—Alfredo, ¿Qué va a ser de nosotros ahora?
—Ey, Ey. No se me ponga triste mi sobrino. ¿Qué va a ser?. Nada, pues. Que la vida seguirá adelante –Alfredo rodea con su brazo a Cristian y luego le estrecha afectuosamente–. Tú y yo encontraremos nuestra media naranja, nos casaremos, tendremos hijos y todo vuelve a empezar. Por ahora usted preocúpese de estudiar y sacar buenas notas para que después gane "buen billete" y me mantenga a mi, mientras yo me doy la vida del oso, con mujeres, "copete", juergas y me gasto todo el sueldo de mi sobrino... Ja, ja, ja.
—Ja, los sueños del fresco "Alfred", ja, ja, ja –ambos se trenzan en fingida lucha.
—Oye, "Alfred"...
—No me digas "Alfred", payaso...
—Bueno, Payaso... ¿Y ahora cómo nos iremos?. Se ha hecho de noche y estamos lejos de la ciudad, y parece que ya no hay locomoción –pregunta con cierta preocupación Cristian.
—No te preocupes, Flaco, ven... –Alfredo se aproxima a una camioneta que se dispone a regresar a la ciudad con un matrimonio de cierta edad.
—Disculpe señor. ¿Podría llevarnos a la ciudad?. Solo vamos a la entrada norte, nos bajamos en el "Trocadero"...
—Suban atrás –contesta el hombre.
—Gracias, muy amable.
—Por nada. Golpeen el techo cuando deseen bajarse.
—Ok, Así lo haremos.

La noche ha caído y la ausente luna permite disfrutar de una hermoso cielo negro salpicado de estrellas, que junto a la brisa del viento sobre la cara detrás de la camioneta, se lleva los recuerdos tristes y parece elevar el espíritu. Hay tanta belleza en la naturaleza, tanta hermosura. La mente de Cristian se llena de preguntas sin respuestas. ¿Acaso existirá alguien que las pueda contestar, alguien que le pueda regalar las ansiadas respuestas?. Algo le dice que en algún recodo del tiempo se encontrará con ellas.


FIN DEL CAPÍTULO 3





GLOSARIO

Pensión: Hogar particular donde ofrecen comida y/o alojamiento para los trabajadores solteros o que no son de la ciudad.
¡Coortalaaa!: Déjate, detente, deja de hacerlo.
Tocopilla : Pequeña ciudad Nortina y costera de Chile.
Polola (o) : Enamorada(o) con quien se hacen citas sin estar comprometidos.
chupín de
pescado : Plato típico nortino.
Plata : Dinero.
"comadre" : Tipa, mujer, fulana.
la guatita : El estómago.
Ruinas de
Huanchaca : Antiguas ruinas de una fundición de metales, boliviana.
Pa’ pal’ : Para, para el...
Quedai’ : Quedas.
Pai : Papi, papito. Padre.
Mami : Madre.
estar fritos : Estar perdidos, terminados, acabados.
Chalinga : Pueblito rural del norte de Chile.
Taita : Padre.
Taltal : Pequeño puerto del norte de Chile.
Difarear : Pensar desequilibradamente, ver visiones irreales.
Embarrar(la) : Hacer algo desafortunado, cometer una torpeza.
Camanchaca: Nubes bajas a ras de suelo, con temperaturas muy bajo cero en su interior..
Chitas : “Puchas”, qué lastima, qué lamentable.
Media naranja :Compañera, Esposa.
Copete : Tragos, licor, vino.
Trocadero : sector residencial a las afueras dela ciudad.